Mercedes

On enero 9, 2014 by La Quinta Pata

Alma migrante, cuerpo migrante

Alma migrante, cuerpo migrante, espíritu migrante… podrían ser buenas definiciones… El migrar enriquece, siempre enriquece, aunque no puedo imaginarme la dureza de la migrar involuntariamente. Me asumo como una privilegiada.
Desde pequeña sueño con viajar. Conocer nuevas culturas, ser corresponsal de guerra o reportera de National Geographic. Voy en busca, mi brújula no entiendo bien cómo funciona. No sé si quiero ir al norte, sur, al este o al oeste. Todos los destinos me parecen interesantes. Comienzo mi migración sin salir de España, viendo por la tele reportajes de lugares lejanos, pero desde el sillón de Salamanca. Esa alma viajera consigue su primer destino a los 19 años. Primer viaje en avión. Destino: Managua; destino el encuentro con el “Otro”, el choque cultural.
Migración voluntaria y para hacer voluntariado. La futura reportera pasó a ser futura enfermera…. Y la enfermera novata comienza pequeñas migraciones laborales: ámbito rural, urbano, cambiar de región dentro del mismo país. La Rioja me acoje durante dos veranos, y la enfermera se embarca en migraciones académicas.
En Salamanca no se puede estudiar Antropología Social y Cultural, y comienzo a tener complejo de caracol, con las maletas para arriba y para abajo. La mochila siempre a cuestas, pero como diría mi madre “sarna con gusto no pica”.
Migración académica a la capital. En Madrid por tres años. Muchos fines de semanas de ida y vuelta: Madrid-Salamanca-Madrid. Vivir entre 2 ciudades. En las ciudades grandes he sentido los momentos mas grandes de soledad y añoranza. Recuerdo estar en la puerta del Sol un sábado a la tarde, y sentirme sola a pesar de estar rodeada de cientos de personas. La misma imagen se repite en Paseo Marítimo de Barcelona, en algún paseo de domingo. Esa Soledad que aparece y que ayuda a descubrirme. Esté dónde esté mi mochila siempre va conmigo: mi nombre, mi cuerpo, mis circunstancias, mi pasado, mis sueños…
Entre idas y venidas, Nicaragua aparece de nuevo en el año 2005. Ay! mis 25 años celebrados en el Pacífico, soplando las velas con Luis Enrique Mejía Godoy. Regalos que aportan las migraciones!
Verano 2006, período de reflexión en Salamanca. El caracol vuelve a sus orígenes, y decide emprender una nueva migración académica. Otoño 2006, rumbo a Barcelona, en busca de un sueño. Salud Internacional se presenta como la puerta para encontrarme con ese “Otro” al que sigo buscando.
En una misma ciudad, descubrí la multiculturalidad en un grupo heterogéneo de alumnos con inquietudes similares. El cuerpo migrante decide no volar tan rápido, el alma sigue migrando, pero el cuerpo se queda en tierras catalanas.
Próximo objetivo: ser comadrona. Metamorfosis: de enfermera a Matrona. Aterrizar en el mundo de la Mujer con mayúsculas, y encontrarme en el camino con maestras que te regalan magia más allá de la ciencia. Descubrir las mujeres, descubrir sus migraciones, los nacimientos más allá de los partos. Conocer la fuerza de la mujer.
La imaginada reportera de guerra pasa a ser comadrona, con ese gusanillo de la Cooperación Internacional rondando en el cabeza. Con mi nuevo título académico ya me atrevo a ir de evaluadora en Guatemala. Período demasiado breve. Regreso a Nicaragua, esta vez Ocotal me acoge. Sigo la brújula que considero mejor en este viaje para ubicarme laboral y personalmente. El caracol quiere seguir su proceso, impaciente, incansable, como un gusano que busca transformarse en mariposa, ponerse las alas y seguir más liviana, sin tanta carga.
En esa búsqueda aparece África, ese continente que tratamos como si fuera un único país, por lo desconocido que es. ¿Cuántas Áfricas hay dentro de África? Aterrizo en Luanda. Cuando está descendiendo el avión descubro un elemento que va a formar parte de tu visión habitual: el candongueiro. Luanda está llena de minibuses blancos y azules, que son la red de transporte público-privado. Entre 5 a 8 millones de personas según las estadísticas. Un año que defino como intenso. Una experiencia mucho más personal que laboral. Hay un libro de Kapucinski sobre la Guerra de la Independencia en Angola que se titula “Un día más con vida”, y en ocasiones fue así como me sentía, pensándome como una superviviente que se amedrantaba por las realidades observadas, ni siquiera sufridas en las propia carne.
Y en esas anda mi alma migrante: vaciando y llenando la mochila. Ya son dos años y medio en Barcelona. En proceso de seguir viviendo como migrante. Disfrutando de esta Barcelona Cosmopolita y poder compartir con otras almas migrantes. Cada vez cobra más sentido la expresión “ciudadanos del mundo”.
También en mi trabajo consigo conocer a personas de diferentes sitios: asistir el parto de un pareja de Mongolia, ponerle cara a la Guerra de Siria, ubicar nuevas zonas de India, verme intentando repetir alguna palabra de urdú….. y en esas anda la soñada reportera de guerra….

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