Lluc

On julio 24, 2013 by La Quinta Pata

Piedras

Si las piedras hablasen, contarían tantas historias…Eso mismo nos decían cuando estábamos en la playa, recorriéndola de punta a punta. Era una tradición familiar cuando en verano nos reuníamos todos los primos. Otros niños, jugaban con la arena. Nosotros jugábamos a ver quién era el afortunado de encontrar la piedra más bonita. Caminábamos por la orilla, mirando al suelo, el sol picando nuestras espaldas y los pies en el agua a ver que había traído el mar. Unos días nos íbamos con las manos vacías, otros días encontrábamos la playa que se había convertido en rocas y miles de cantos, y otros en los que sólo había arena. Cuando encontrábamos muchas, las metíamos en botes de cristal, y nos las llevábamos a casa. Eso sí, hacíamos una selección exhaustiva, un bote para piedras blancas, redondas y bien pullidas, otro para las más oscuras, otro para las que tuvieran algún dibujo o rayado…

Llegó un día en el que, empiezas a ver las cosas de manera diferente. Entonces fue cuando le dije a mi hermana, mientras sostenía un puñado de cantos en la mano: – Voy a dejar las piedras en el agua, que son mas bonitas.
Era consciente de que esa masa gigante y transparente se las iba a llevar seguramente a otra parte, y que al día siguiente no las volvería a ver. Aun así, creí que sería mejor que tenerlas en un bote de cristal encerrado en casa.
Con esto quiero decir que cada una de esas piedras es para mi el equivalente a una persona diferente. Y que yo, también soy una de ellas. El bote de cristal, era mi escuela, mi casa, mi isla, mi ciudad… Un lugar al que crees que perteneces, al que supuestamente perteneces. Es gracioso cuando pienso en el colegio, en una época, cuando un niño es más susceptible al hecho de pertenecer a un grupo, y en la cual me llamaban “sa forastera”, es decir, no hablaba el mallorquín, o “sa pastoreta” -este apodo, nunca lo entendí muy bien, cuando pedía explicaciones, me dijeron que era porque parecía gustarme ir de un lado a otro-… Ahora me río, pero en aquellos momentos, no me hacía ninguna gracia. Me daba vergüenza. Recuerdo cuando en clase me sacaban como el ejemplo del catalán/mallorquín mal hablado, es decir, con muchos “castellanismos”.
Estas dos pequeñas historias me hacen pensar. Una, la importancia que le he dado siempre a los idiomas extranjeros, por los que me volqué mas que con el mío propio, por conocer o escapar, no sé. Dos, como que lo mío no fue el don de la palabra, me encaminé al lugar donde podría expresarme de otra forma y con otras herramientas: el dibujo. Y tres, como “canto poco rodado” que me considero, tan igual y tan diferente como todos vosotros, me dejé llevar, y acabé en la orilla de Barcelona, lugar donde cumplí con mi objetivo, lugar de paso, de paso amplio de 8 años…
¿Y ahora qué toca? Supongo que meterme en el agua otra vez…

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