Luigi

On enero 15, 2017 by La Quinta Pata

Luigi (1)El coleccionista

Después de muchos años de mediocridad decidí apuntarme a la larga lista de inmigrantes. Por suerte, no tuve que saltar ningún muro o subirme a ninguna patera para llegar al suelo Español. Sólo tuve que armarme de coraje para despedirme de la familia, y tomar la difícil decisión. Sobre todo porque en esta época el norte de Italia estaba mejor que España.
Una mañana a la primera luz del amanecer cogí un tren con destino a Roma, para ir a Barcelona. En principio era sólo por la temporada del verano del 1999. Una vez dentro del gusano de hierro que partía a la mitad las hermosas colinas verdes salpicadas de ruinas romanas, pensaba que me encontraba allí camino a lo desconocido por un sentido de libertad o para hacer un despecho al mundo.
Sin embargo, allí iba de camino al aeropuerto. Después de pasar el trámite migratorio, subí al avión debajo de la atenta mirada de las azafatas siempre atentas a todas las necesidades de los pasajeros. De a poco se cerraron la compuertas, el avión empezó a correr siempre más rápido sobre la pista de asfalto y despegamos rumbo a Barcelona. El vuelo ere breve. En poco tiempo se empezó a ver el perfil de los edificios de la ciudad catalana. Una vez fuera esperé el autobús que me llevaría al centro de la ciudad, delante el colorado mural de Joan Miró.
Una vez en el corazón de la ciudad Condal atravesé el bellísimo Barrio Gótico, que a esta hora estaba lleno de músicos callejeros, que le aportaba una hermosa armonía y colores. Hasta llegar a la casa donde me asenté por tres años, cerca de la plaza de la Mercé. No llevaba ningún objeto talismán, sólo unas enormes ganas de conocer la cultura y el idioma español, que por mi ignorancia no sabía que no era el lugar idóneo para esto. Sin embargo, aquí empecé a ser un coleccionista de objetos.
Todo empezó cuando unos de los hoteles más emblemáticos de España me dieron la oportunidad por la temporada de verano, y mi jefa americana pensó que yo era la persona idónea para quedarme. Mi tarea era reorganizar los quinientos mini bares que tenía el hotel, los cuarentas armarios que había en cada planta y los cinco almacenes. Fue amor a primera vista no con la jefa obviamente, aunque muchos de mis compañeros pensaban esto. Mi amor fue con la botella de licor que se ponen en los mini bares. Mi papa tenía en unas despensas de mi casa natal unas cuantas botellas coleccionadas en el largo del tiempo. Que yo estoy ayudando a incrementar aunque alguna esta rellenada con agua.
Después de unos meses de un trabajo sinceramente espectacular, porque puse orden y originalidad. Me gané el primer contrato de trabajo de mi vida. Claramente, como el protocolo manda tuve que pasar por diversas entrevistas ante de encontrarme en el despacho de la jefa de Recursos Humanos para

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